Solo el sordo redoble de un tambor y el crujir de la madera de las varas que descansan sobre los doloridos hombros de los anderos rompen el silencio de la noche. El reloj de la iglesia de San Pablo marca el comienzo de la procesión. La última de las campanadas de la medianoche trae consigo la oscuridad que reinará sobre el recorrido que habrá de hacer Jesús en la cruz.
La luz de las velas que portan dos interminables filas de personas y los báculos de los nazarenos de la Hermandad del Cristo del Silencio hacen un poco visible la penumbra. Es un momento en el que muchos recuerdan, una vez más, aquella saeta popular:
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?'
Imagen: Silvio Moreno
Las cuatro de la madrugada marca el comienzo del Vía Crucis de la Procesión de Penitentes
Es la más antigua de cuantas procesiones configuran la Semana Santa abaranera. De hecho ya aparece una mención de ella en un documento fechado en el año 1610.
Tres nazarenos con su característico capirote encabezan un desfile que parte desde la iglesia de San Pablo, donde empieza el Vía Crucis. Uno de esos nazarenos porta un histórico estandarte de la Hermandad de la Flagelación abriendo un cortejo que comienza en la parte más antigua de pueblo y que hará parada en cada una de las zonas que acogieron cementerios: la Solana, la Era, la Ermita…
Considera alma perdida
Durante el recorrido se lee el texto de cada una de las catorce estaciones, se canta una tonadilla y luego se reza un Padre Nuestro y un Ave María. Así hasta completar un recorrido que vuelve al punto de partida, para retornar a la misma iglesia de donde partió.





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