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A mi padre: José Antonio Molina 'El Obispo'

Dimas Molina Domingo, 27 de Diciembre de 2020 Tiempo de lectura:
José Antonio junto a Esmeralda Ramos en una representación de 'El cantar del arriero'José Antonio junto a Esmeralda Ramos en una representación de 'El cantar del arriero'

El pasado 10 de septiembre Abarán perdió a uno de sus hijos de los que yo llamo importantes, como importantes son todos aquellos que dejaron parte de su tiempo y de su vida en engrandecer algo tan abaranero como es la Zarzuela. Me estoy refiriendo a José Antonio Molina, más conocido como ‘El Obispo’, mi padre.

 

Desde los 15 años estuvo ligado al mundo escénico. Su primera incursión en el teatro fue con la obra "Don Juan Tenorio", dándole vida al personaje Don Luis Mejías. Compartió escenario con todos los grandes artistas y cantantes de Abarán. Guardo con especial cariño sus fotos en escena con la gran Juanita Templado. Fue componente de las tres compañías que han existido: "Amigos del Arte", "Luis Frutos" y "Amigos de la Zarzuela", de las que por desgracia solo se conserva esta última.

 

Con su estilo personal y su grandeza como artista, nos regaló noches inolvidables, junto a la magnífica tiple cómica Chelo Walchs, Pepe Gálvez, Jesús 'El Divo', Santiago de la luz, Pedro de la Pilarica, Mari Paz Walchs, y un nutrido número de artistas abaraneros. Paseó por España títulos como: "La Rosa del Azafrán", "La Parranda", "Katiuska", "El Cantar del Arriero", "Don Manolito", "La Taberna del Puerto", y un largo etcétera. Amaba profundamente la zarzuela. Esto le hacía no escatimar esfuerzos y dejarse la piel por este género.

 

Recuerdo que tras venir de trabajar durante 15 días con su camión, apenas llegaba, nos besaba, se duchaba y, en compañía de mi madre, partía desde Murcia hasta Abarán para ensayar. Y así fue hasta que la salud se lo permitió.

 

En su última época en activo, ya corrían "malos tiempos para la lírica". La Zarzuela en Abarán comenzó a "profesionalizarse"; unas veces por falta de valores locales, y otras por un desmesurado afán de ofrecer espectáculos impresionantes, aunque esto supusiese relegar a segunda fila a los que hasta entonces habían sido pilares fundamentales de la zarzuela. Ya no importaban esas horas de desvelo incansable de antaño, ni las más sólidas amistades forjadas en este género... Y él se retiró con un amargo sabor de boca. ¡Qué injustos podemos llegar a ser!

 

Pasados los años, tuvo que llegar el pasado 11 de septiembre para que mi padre regresara a su pueblo, esta vez para ser despedido por su familia, mis amigos y un pequeño grupo de abaraneros. Quizás el miedo a salir, propio de esta pandemia, o fruto de otra no menos peligrosa pandemia, la del olvido, fueron apenas unos cuantos los compañeros de la zarzuela los que estuvieron presentes en su funeral. Pero alguien, que ama la música y la lírica como pocos, apareció con una cesta de rosas, donde se podía leer "Tus amigos de la zarzuela". Nunca olvidaré ese gesto, querido Jesús (Piti). Quizás sin saberlo, estabas reconciliando a muchos con mi padre. Fue un bálsamo ante el dolor que produce la indiferencia y el olvido.

 

Quiero terminar con una reflexión, y con la autoridad que me confiere hacerla desde dentro, o sea, como abaranero. Vemos con tristeza que algunas tradiciones se van perdiendo. Las imágenes que a veces nos presenta Abarán no son del todo agradables. Vamos olvidando cosas que nos daban identidad, en favor de otras que no nos representan... Pero todo esto es remediable, con tesón, voluntad y buena gestión política. Solo hay algo que no nos podemos permitir: que los hijos del pueblo, aquellos que desde su vocación o profesión se dejaron la vida por engrandecer el nombre de Abarán, se vayan de este mundo sin ser reconocidos y debidamente recordados. Los homenajes póstumos apenas sirven para acallar nuestras conciencias. O hacemos esto, o no merecerá la pena nada, ni tan siquiera ser ABARANERO.

 

Gracias a todos y permitidme terminar con un: ¡¡Gracias papá!!

 

Dimas Molina (abaranero).

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