
Con la ternura que la caracteriza, la periodista y escritora Sonsoles Onega recibió en el plató de su programa ‘Y ahora Sonsoles’ a la joven abaranera Inma Lucas, que estuvo acompañada por su madre Conchi, para visibilizar la neurofibromatosis, una enfermedad genética rara que ambas padecen.
Inma nació con manchas y bultos por todo el cuerpo, pero el verdadero desafío, aquel que no se veía a simple vista, llegó a cuando a los seis años le diagnosticaron neurofibromatosis, una enfermedad de las catalogadas como raras que heredó de su madre, Conchi, quien ignoraba que podía transmitir el gen. «Cuando supo que le había transmitido el gen, se le cayó el mundo encima», relataba Sonsoles.
Y ocurrió que, frente al sentimiento de culpa de su madre, Inma aprendió a pelear. Su infancia estuvo marcada por continuas operaciones para extirparle los tumores benignos (neurofibromas), y por los duros episodios de acoso escolar. «En la escuela se metían conmigo, me señalaban, me decían ‘cuello sucio’», recordó Inma con valentía. Su madre, Conchi, añadió con dolor cómo incluso algunos padres llegaron incluso a justificar las burlas de sus hijos.
A pesar de todo, Inma nunca se ha rendido. Con una fuerza admirable, esta «auténtica guerrera», como la calificó Sonsoles, ha transformado su dolor en un altavoz para ayudar a los demás. Usa las redes sociales para normalizar su enfermedad y enviar un mensaje de empoderamiento a cualquier persona que tenga sus mismas dificultades.
Actualmente, nuestra paisana estudia para ser Técnica en Integración Social con un claro objetivo: «Ayudar, para que no le pase a nadie lo que me pasó a mí, o al menos intentarlo». Desde el plató de Antena 3, tanto Sonsoles como el público reconocieron la increíble fortaleza de Inma y su familia, haciendo también un llamamiento «a la inversión en investigación para enfermedades raras y a fomentar una sociedad más tolerante e inclusiva».
Así, la vida de Inma trasciende más allá de su enfermedad para darnos a conocer la fortaleza invencible de una joven de solo 22 años que, cada día, se levanta para reescribir su historia, una donde las cicatrices no son marcas de debilidad, sino símbolos de una batalla ganada.















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