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Una visita frustrada

JOSÉ SIMEÓN CARRASCO MOLINA (Cronista oficial de Abarán) | 1592 Martes, 05 de Enero de 2021 Tiempo de lectura:


Es verdad que el ritmo vertiginoso de la vida actual y los nuevos y variados medios para comunicarnos dejan muy poco hueco para hacer una visita o para ser visitado, algo que sí era frecuente en las generaciones que nos han precedido, que acostumbraban con motivo de una enfermedad o un acontecimiento festivo o luctuoso a desplazarse a otra casa para pasar allí un rato y hacer compañía y departir cordialmente y generalmente en horario vespertino. 

 

Era ello un detalle de humanidad y cercanía que estrechaba lazos de amistad o familiares o de vecindad y que, incluso, hacía pueblo, pues reforzaba los lazos de unión entre aquellos que compartían un mismo origen, un mismo paisaje, unas mismas raíces.

 

Hoy el móvil y el ordenador, con sus múltiples aplicaciones y posibilidades, han sustituido a esa presencia personal que tanto llenaba y alegraba tanto al que visitaba como, sobre todo, al que recibía la visita, sobre todo, cuando se encontraba rodeado de soledad.

 

Pero, a pesar de que esa costumbre de visitar ya va en franca decadencia, incluso en ambientes rurales, en Abarán una vez al año y en todas las casas del pueblo se recibía una visita muy especial y cargada de valor y simbolismo. Una  visita que llegaba siempre en el mismo día, el seis de enero, una visita que no llegaba en silencio, sino anunciada por una campanilla y realzada por los sones de villancicos populares. Una  visita que era esperada con ansia durante todo un año por toda la familia y los amigos que se reunían en cada uno de los hogares para recibirla. Una  visita que era especialmente valorada y emotiva en aquellas casas en las que algún familiar se había marchado recientemente para siempre. Una visita que ya esperaban con devoción nuestros bisabuelos y tatarabuelos desde hace más de dos siglos. Una visita que era recibida con un tierno saludo de acogida y era despedida con palabras de esperanza. Era la visita del Niño Jesús.

 

Pero este año no se producirá esta esperada visita. Este año 2021 comenzará en nuestro pueblo con una de las peores noticias que podemos recibir los abaraneros y es la noticia de que en este seis de enero las puertas de nuestras casas y de nuestros corazones no van a abrirse para recibir la visita del huésped más esperado y más importante de todo el año. Ni campanillas anunciadoras, ni sones de villancicos, ni luminaria grandiosa en la Plaza Vieja, ni apretones en el atrio para hacerse con un hueco, ni saludo a tantos abaraneros de más allá de la Garita que no faltan a esta cita, ni emoción compartida en esa visita a la Residencia que, al menos para mí, es la experiencia más emotiva de las que vivo durante el año. Todas esas vivencias deberán ser suplidas por el recuerdo de lo vivido y sentido otros seis de enero.

 

Ante esta realidad contra la que no podemos luchar, no podemos caer en el desánimo ni en la desesperación, sino intentar mantener viva la ilusión y la confianza de que esto será solo un paréntesis, de que será un alto en el camino, pero que pronto volverá todo a ser como antes, incluso mejor que antes, porque un pueblo no puede permitirse el lujo de perder aquello que conforma su identidad, aquello que configura su idiosincrasia ni en Navidad ni en Semana Santa ni en las postrimerías de cada septiembre. Porque  ello supondría la agonía de una comunidad,  la conversión de Abarán en un pueblo-dormitorio y nada peor que eso para dejarles a las generaciones que nos van a suceder.

 

Ojalá este paréntesis forzoso no nos adormezca ni nos suma en el conformismo o la pasividad, sino que lo aprovechemos para recargar ilusiones, para alimentar esperanzas, pues solo así podremos decir con más fuerza y devoción cuando vuelva a entrar el Niño Jesús a nuestra santa casa: ¡BIENVENIDO SEA!

 

JOSE S. CARRASCO MOLINA
Cronista Oficial de la Villa

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