
Pocas palabras más bellas y expresivas en castellano que la palabra MAESTRO, pocos calificativos pueden aplicarse a una persona con más valor que este, porque encierra tanto y significa tanto que, cuando un maestro se va, la sociedad pierde algo muy valioso y se queda un vacío muy difícil de llenar.
Pues D. Joaquín Martínez Sorio era eso, un maestro de los de antes, de aquellos que estaban orgullosos de tener el título de “maestro nacional”, de aquellos que tuvieron que ejercer su labor en condiciones mucho más difíciles que las actuales, de aquellos que entendían su tarea como algo más que transmitir conocimientos.
Sorio era, además, un maestro inquieto y, fruto de esa inquietud y de su capacidad de trabajo, además de su labor en el colegio, fundó una academia que facilitó a muchos adolescentes cursar el bachillerato por libre sin tener que desplazarse del pueblo, lo cual en aquellos tiempos fue una ayuda impagable.
Pero, aún más, fue durante muchos años director del colegio Juan XXIII, cuya historia no se puede entender sin su aportación, pues realizó un excelente trabajo gestor, haciendo del centro una alternativa muy válida e importante en la oferta educativa de Abarán, demostrando algo que era connatural en él, su capacidad de gestión unida a un sentido de la autoridad que sabía ejercer sin necesidad de esforzarse.
Mas, junto a su labor profesional que benefició mucho al pueblo, Sorio también ha aportado mucho a Abarán pues, entre otras cosas, fue concejal de Cultura siendo alcalde Antonio Morte y, gracias a su buen hacer, pudimos ver en Abarán actuaciones de excepcional categoría como la del Orfeón Stella Maris que dejó una profunda huella en este pueblo y con el que Sorio estableció una relación tan estrecha que volvía cada vez que él lo requería. Y es que una de sus virtudes es que cuidaba mucho las relaciones humanas y tenía muchos detalles con los que se ganaba a cualquiera. Muestra de ello es que con el director de aquella magnifica coral siguió manteniendo una estrecha relación durante muchos años.
Pero su aportación al pueblo fue mucho más allá de su etapa como edil del Ayuntamiento, pues colaboró con el equipo de fútbol (Delia y él no faltaban a un partido), con el balonmano, con la banda de música o con la zarzuela en las que tenían fijas sus butacas en cualquier espectáculo y con muchas otras entidades con las que colaboraba en el anonimato.
A estas dos facetas, el que esto escribe tuvo la suerte de unir otra, la de vecino, y aquí conocí tal vez su cualidad más importante, pues si hubiera que distinguir al vecino más servicial y dispuesto siempre para los demás, todos señalaríamos a Sorio sin ninguna duda. En cualquier problema, desgracia, enfermedad, muerte… él era el primero en arrimar el hombro, el primero en acudir a echar una mano. Y, en unos tiempos en que las relaciones incluso de vecindad son cada vez más frías, el suyo es un ejemplo a seguir.
No podemos obviar la huella que deja en una familia muy numerosa en la que él era el cimiento fuerte que sabía conjugar la exigencia con el cariño, la firmeza con la entrega total a los suyos hasta que sus fuerzas se lo permitieron.
Descanse en paz, Sorio, buen maestro, buen abaranero, buen vecino, buen padre… buen amigo.
José S. Carrasco Molina
La misa funeral por su eterno descanso se oficiará hoy domingo, a las seis de la tarde, en la iglesia de San Pablo. Descanse en paz.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.142