
El Cronista Oficial de Abarán, José S. Carrasco, nos ofrece un nuevo artículo en el que hace mención al desánimo que parece calar cada año entre los vecinos de Abarán una vez acabadas las fiestas patronales. Y lo hace analizando cómo el vacío en las calles y la sensación de que "el pueblo está muerto" nos llega a generar una crisis anímica. En su escrito, entre otras opciones para combatir este ambiente de pesimismo, propone revitalizar nuestro municipio mediante la creación de más eventos que motiven a la gente a salir a la calle. Además, sugiere mejoras en infraestructuras como la peatonalización de algunas calles en días festivos o los ya anunciados cambios en la iluminación urbana que haga más atractiva la vida de quienes vivimos en este pueblo.
Hace unos días que escuchamos el sonido más triste del año, el de ese trueno gordo que pone fin a nuestra feria y que es el anuncio del otoño, de los días más cortos, del tiempo más variable, preludio todo de un invierno que aquí realmente empieza ya, aunque no lo señale así el calendario.
Antes de este trueno hemos vivido con intensidad unos días entrañables y muy nuestros, unos días en los que hemos llenado de gente el parque, la ermita, el teatro, la plaza, las calles… disfrutando de los gigantes, las carrozas, la zarzuela, la banda de música, las procesiones, las verbenas, el castillo….
Y, en medio del bullicio, he oído en más de una ocasión la pregunta que da título a este artículo: “¿dónde se mete la gente después de las fiestas?”, una pregunta que responde a una sensación que nace de una visión de la realidad y que origina un estado de ánimo en los que aquí vivimos.
Esta pregunta va acompañada de otras expresiones que se oyen con mucha frecuencia, como “este pueblo es un cementerio”, “este pueblo está muerto”….
Y, a fuerza de decir o de oír estas frases, estamos interiorizándolas y estamos cayendo en una cierta depresión colectiva que nos atenaza y nos impide vivir el presente con energía y mirar al futuro con ilusión.
Yo definiría esta situación como de crisis anímica que en un pueblo es tan importante como la económica, la urbanística, la social o cultural…, pues, para afrontar o intentar solucionar todas estas crisis, hace falta voluntad, fortaleza de ánimo, ilusión..., algo incompatible con este estado de pesimismo e incluso derrotismo que nos está inundando por dentro.
¿Cómo luchar contra esta situación? Es cierto que nuestras calles están vacías gran parte del día, incluso los fines de semana, pero también es evidente que ninguna autoridad, gobierne quien gobierne, puede imponer por decreto el salir a la calle, pues eso depende de la voluntad de cada uno.
Es cierto también que no podemos luchar tampoco contra la configuración urbanística de este pueblo que, con sus cuestas, calles estrechas y pendientes, invita poco a pasearlo.
Es difícil también combatir el despoblamiento de nuestro casco urbano, salpicado de carteles de SE VENDE en casas antiguas que, al morir sus dueños, ya no se han vuelto a habitar. Pero este fenómeno se da también hoy en día en los centros urbanos de muchos pueblos e incluso capitales.
Junto a ello, también es algo complicada de cambiar la tendencia de muchas parejas, especialmente jóvenes, de vivir en el campo durante todo el año, lo cual repercute, lógicamente, en un menor movimiento en el pueblo.
Estos son, en mi opinión, algunos de los factores causantes de este vacío y estas calles desiertas que configuran el paisaje de nuestro pueblo, y más ahora, cuando ya la noche se adelanta cada vez más y el tiempo va cambiando a peor.
¿Cómo cambiar esta situación? La verdad es que no es fácil, pues implica un cambio de mentalidad por parte de todos que nos haga llevar a cabo un cierto cambio de ritmo de vida. Pero, junto a ello, que es complicado, hay algunas cosas que se pueden ir haciendo.
En las pasadas fiestas y en cualquier otro evento festivo del año, nuestro pueblo demuestra que es un pueblo que responde y se echa a la calle cada vez que “se tira un cohete”; es por ello por lo que hay que procurar “tirar más cohetes” durante el año, es decir, buscar “excusas” para sacar a la gente a la calle, para lo cual hacen falta medios, sin duda, pero también hay que echar mano de la imaginación. Y con ella dar vida, entre otros entornos, a la Ermita, que se presta a actividades de todo tipo y cuyo templete, por ejemplo, solo se usa dos veces al año. Junto a ello, el conseguir hacer peatonal (al menos en días festivos), la calle doctor Molina, lo que, tal vez, incitaría al paseo sin tener que ir sorteando el paso de los vehículos. Y a ello se añadiría el conseguir un quiosco a pleno rendimiento, y que volviera la misa a mediodía, algo que ayudaba mucho a crear un buen ambiente en este envidiable entorno, hoy casi desierto en mañanas de domingo.
Además de la necesidad de estas “excusas” para dar movimiento al pueblo sacando a la gente a la calle, destacar un factor que también contribuye a esa “tristeza” de pueblo del que nos quejamos: el alumbrado urbano, que, con esas luces amarillas y lánguidas -más ahora cuando la noche llega tan pronto-, contribuyen muy poco a levantar el ánimo y lanzarnos a la calle. En este sentido, parece ser que dentro de unos meses se van a ir cambiando esas luminarias que alumbran poco las calles y oscurecen mucho el ánimo.
Muchas más iniciativas se podrían ir poniendo en práctica para intentar darle una vuelta a esta situación, pero todas ellas deben nacer de algo que hemos ido perdiendo con el tiempo por razones muy diversas, y es el orgullo de ser de Abarán que no se basa en un chovinismo que nos haga pensar que este es el mejor pueblo del mundo, pues eso tampoco es positivo, sino en una actitud constructiva de cambiar esa mentalidad destructiva y pesimista por una actitud positiva y de colaboración en la vida social y cultural del pueblo, cada uno en la medida de sus posibilidades y al margen de los políticos de turno, gobierne quien gobierne, pues el pueblo es mucho más que sus gobernantes, porque estos van pasando, pero Abarán queda.
Es hora ya de atajar esta crisis “anímica” que nos invade y está en manos de todos; es hora de contagiarnos unos a otros ilusión y confianza en las posibilidades de este pueblo, que no puede ser visto como un cementerio, pues un pueblo con norias, teatro, gigantes, Jarral, Ermita, zarzuela, Niño, parque, y tantos otros componentes más que merecen la pena, no puede ni debe ser considerado como un camposanto. Porque, además, si estamos transmitiendo estas sensaciones a las jóvenes generaciones, será difícil que los que vienen detrás quieran permanecer aquí.
Momento es de ponernos todos las pilas, comenzando con los que tienen la complicada tarea de gobernar, que deben dejar atrás enfrentamientos estériles que a nada conducen e ir todos a una para intentar hacer que este pueblo levante el vuelo, y, junto a ello, no sería mala idea el que se creara un consejo asesor, al margen de los políticos, en el que se recogieran puntos de vista y propuestas de gentes muy valiosas, que las hay, de más acá y más allá de la Garita, sobre el presente y el futuro de Abarán.
Pero, junto a la labor de los gobernantes, está la aportación de los abaraneros/as de a pie, que deberíamos cambiar esta forma de ver nuestra realidad diaria, transformando el desánimo en esperanza, el pesimismo en ilusión y la dejadez en ganas de colaborar en la mejora de este pueblo, mi pueblo, nuestro pueblo.
José S. Carrasco Molina
Cronista Oficial de Abarán
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