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Dos familias de Abarán se encuentran por casualidad en el Fin de la Tierra (Finisterre)

Redacción Domingo, 28 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

 

En una de esas casualidades que nos recuerdan y dan la razón al conocido dicho ‘El mundo es un pañuelo’, dos familias de Abarán vivieron un encuentro inesperado y emotivo en un escenario de lo más remoto: el Cabo de Finisterre, en la costa gallega, conocido desde la antigüedad como el “Fin de la Tierra”.

 

Los hechos, narrados en primera persona por Cecilia, una de las protagonistas de esta historia, sucedieron durante un día de excursión familiar. «Estábamos de vacaciones recorriendo toda Galicia. Ese día lo pasábamos en Finisterre, y fuimos a visitar el castillo», relata Cecilia. Mientras, su hija pequeña, Mía, se acercó a hasta la orilla de la playa de la mano de su tía Trini. Y entonces ocurrió la magia.

 

«Le dije a mi hermana Vámonos a ver el castillo, que tengo las entradas. Ella me dijo: 'espera, que Mía se ha echado un amiguito». Al acercarse, Cecilia, por educación y sin percatarse mucho del entorno, inició una conversación con la otra familia. «Les pregunté si vivían allí, y me dijeron que, no, que también estaban de vacaciones, que eran de Murcia. ‘¡Qué coincidencia!’, yo también soy de Murcia, les contesté».

 

Entonces el asombro fue total. «La miré fijamente y dije: ‘¿Pilar?». Y sí, era Pilar, otra abaranera. «Nos miramos, y nos conocimos al instante», cuenta Ceci, aún sorprendida por la probabilidad de ese encuentro. «Que bonita coincidencia de que yo pasaba por allí para ver el castillo y ella estaba de vacaciones en Finisterre. Y precisamente ese día y a esa hora, ambas pasamos por allí», añade.

 

Esta anécdota, más allá de lo curioso, resalta la fuerza del destino. Dos familias, que podrían no cruzarse en mucho tiempo en su propio pueblo en el día a día, se encuentran y comparten un bonito momento en un lugar mítico y a cientos de kilómetros de casa, reforzando esa sensación de que, por lejos que vayamos, siempre hay un lazo que nos acerca, y que, en cualquier lugar, te puedes encontrar a un abaranero/a.

 

«Fue una emoción muy bonita. Encontrarte con una cara conocida de tu tierra en un sitio tan simbólico y lejano es algo que no se olvida. Te hace pensar», concluye Cecilia, que no ha querido pasar la ocasión de compartir esta curiosa anécdota con nuestros lectores.

 

Este hecho, si no ya insólito si poco común, se convierte en una prueba más de que las casualidades, a veces, tejen las mejores historias, y de que Abarán, sin duda, tiene un magnetismo especial que conecta a sus vecinos en cualquier parte, incluso en el confín de la tierra gallega.

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