Los actos vandálicos en la Ruta de las Norias atacan directamente a los buenos sentimientos de un pueblo por lo que es suyo, por algo singular, de gran valor natural, histórico, sentimental y económico. Por algo que gozan disfrutar los abaraneros amantes de lo bello y que ponen a disposición de los visitantes, sin coste alguno, en cualquier época del año.
Costó mucho trabajo a unos pocos poner en valor este trozo de Abarán heredado de sus mayores. Con su ejemplo consiguieron el apoyo decidido de los amantes de la naturaleza, particulares y colectivos, educadores, hombres de campo, empleados municipales y gente llana. La administración en todos sus órdenes, desde Abarán hasta Bruselas, apostó por una ruta que, habiéndola recorrido y saboreado detenidamente, anima a continuar por todo el Valle de Ricote, para disfrutar las riberas del río Segura, un río que fue y sigue siendo el mejor recurso hídrico de nuestra Región.
Es mucho lo que hay en este circuito al aire libre y mucho más lo que se puede hacer, pero es imposible que luzca en todo su esplendor si a medida que se crea se destruye. En los colegios se inculca a los niños el amor por la naturaleza, los maestros les acompañan en instructivos paseos que enriquecen su formación, los miembros de colectivos locales y los empleados municipales trabajan en su mantenimiento y velan por su conservación. Pues bien, todo ese trabajo está a merced de un puñado de vándalos, unos salvajes que disfrutan destruyendo o robando madera y metal para beneficio propio. No hay justificación alguna para quien atenta contra un bien público. Lo más indicado es identificarles y obrar en consecuencia.
Cuando uno pasea por esta ruta y escucha los comentarios de quienes vienen de fuera, la recomendación es unánime: educación o mano dura para tanto desaprensivo como anda suelto. En esta ruta hasta el más mínimo detalle merece atención, donde menos se espera hay algo bello que contemplar, un motivo que fotografiar.
Pero lo que no tiene sentido ni, como suele decirse, perdón de Dios, es que cualquier ‘desgraciado’ pinte los carteles, rompa o queme vallas de madera, mobiliario público y equipamiento, se lleve los hierros de las barandas y atente contra el esfuerzo y el dinero allí invertido. Ni puede permitirse ni debe quedar sin sanción.
La imagen de suciedad, abandono y desidia, no representa a un pueblo como Abarán y hay que acabar con ella. Entre todos, con la autoridad municipal al frente, se puede conseguir. Manos a la obra.
(Artículo publicado en el digital News España)
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