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José S. Carrasco Molina

Poner el reloj en hora

José S. Carrasco Molina Viernes, 03 de Mayo de 2019 Tiempo de lectura:

Usando como metáfora el parón del relój de San Pablo, José S. Carrasco reflexiona sobre la necesidad de poner Abarán en marcha

Indiscutiblemente, la protagonista en la pasada Semana Santa ha sido la lluvia, una lluvia que ha regado los sedientos campos pero que ha aguado las ilusiones de tantos procesionistas que esperaban ansiosos esta semana durante todo el año para acompañar a su Hermandad. El agua ha suspendido varias de las procesiones programadas, aunque ha dejado celebrar otras como la procesión de Penitentes, la más antigua de todas y la única puntual, pues debe salir y sale siempre campaneando las cuatro de la madrugada. Aunque la verdad es que llevamos ya dos o tres años en que esto es algo metafórico, pues hay que simular las cuatro campanadas del reloj de la iglesia, que lleva parado en las 2 meses y meses. Y ya no se oyen los cuartos ni las medias ni las horas con el sonido de esas campanas que es una parte importante del patrimonio inmaterial de un pueblo, una de sus señas de identidad. A este respecto, revivo una anécdota de Don Juan Sáez quien, en la última visita que hizo a Abarán, tres meses justos antes de su muerte, antes de subir al taxi para marcharse, daban las ocho de la tarde en el reloj de la iglesia y, al oírlas, exclamó: “las campanas de Abarán, ¡no hay otras!”.

 

Y es que el sonido de las campanas del reloj no solo informa de la hora, sino que acompaña la vida por el día y los momentos de insomnio por la noche y, además, identifica a cada pueblo como diferente a los demás. Pues aquí prácticamente nos hemos quedado sin este entrañable sonido que apenas escuchamos tres veces al día. Urge, pues, según mi modesta opinión, poner en valor el sonido de nuestras campanas más antiguas, lo que conlleva, entre otras cosas, poner en hora un reloj emblemático sin funcionar hace ya meses. Y, relacionado con ello y en sentido metafórico, urge igualmente poner el pueblo en hora como el reloj.

 

Y poner un pueblo en hora significa ponerlo en marcha, hacer que no se retrase, que vaya en consonancia con la hora del resto de pueblos, que sus agujas se muevan al ritmo adecuado para que toda la sociedad progrese al mismo nivel que las demás de su entorno.

 

No hay que ser experto en demoscopia para intuir que se palpa una sensación muy generalizada de que Abarán tiene que ponerse en hora y de ahí arranca esa falta de ilusión con lo nuestro de que ya hemos hablado en alguna ocasión y, al igual que cuando uno está desilusionado o desmotivado pocas fuerzas tiene para acometer cualquier empresa, en una sociedad ocurre lo mismo.

 

 

El reloj marca las 2

 

 

Estamos en tiempos de elecciones, tiempos propicios para que se nos presenten relojeros para poner en marcha el reloj del pueblo, todos ellos con una voluntad de trabajo y de sacrificio para mejorar su pueblo. Pero son momentos en que, por desgracia, se acentúa más la división social, en que se hace más hincapié en lo que nos separa que en lo que nos une, tiempos que exigen de todos, especialmente de los que están más directamente implicados en la política, la suficiente madurez y formación para que el debate político necesario no salpique las relaciones humanas de vecindad, amistad e incluso de familia, como ocurre tristemente en algunas ocasiones. Porque al final las personas quedan y los cargos pasan.

 

Pero son tiempos también de propuestas, de presentar los proyectos que cada uno piensa realizar para mejorar este pueblo. Y a los ciudadanos de a pie nos corresponde también plantear actuaciones que creamos positivas para el presente y el futuro de Abarán. Actuaciones que no tienen por qué ser grandiosas, pues, cuanto más ambiciosas y espectaculares sean, pueden ser menos realistas y más difíciles de llevarlas a cabo y más en unos tiempos en que las arcas municipales no están precisamente llenas.

 

Hay dos metas que deberían presidir cualquier programa, a mi juicio, y a ellas deberían ir encaminadas todas las promesas: hacer el pueblo más habitable y recuperar el orgullo de ser de Abarán. Y para ello no hacen falta inversiones millonarias sino el cuidar que el día a día del pueblo sea más llevadero y poner en juego todas las capacidades y potencialidades que este pueblo tiene.

 

Habría que intentar poner en marcha proyectos tan “ambiciosos” y “millonarios” como el cuidar la limpieza del pueblo (y esa es una tarea que hay que llevar entre todos), el hacer algunas calles peatonales en las que se pueda pasear con comodidad, el mimar los espacios públicos (ermita, parque, plaza…) y darles más vida buscando “pretextos” para revitalizarlos los fines de semana, el vigilar más que se cumplan las normas de tráfico o los horarios de los locales públicos, el que no se descuide el mantenimiento de nuestras norias que son el mayor enganche turístico del pueblo, el que haya una oficina de turismo que abra los fines de semana que es, lógicamente, cuando viene la mayor parte de los visitantes, al igual que nuestros edificios con mayor atractivo (teatro, iglesias…), el elaborar un plan de embellecimiento para que algunas de nuestras fachadas o traseras de nuestras casas no parezcan restos de una guerra, el llevar a cabo en los colegios un plan para dar a conocer a nuestros niños y jóvenes la historia y costumbres abaraneras en lo que ya varias asociaciones estamos trabajando, el revitalizar costumbres como los muñecos de cuaresma que podrían incluso ir alcanzando valor turístico e incluso el volver a poner en marcha el reloj ahora parado o el cambiar las placas de los rótulos de los nombres de las calles y poner otras que tengan más encanto….

 

Todas estas cosas no cuestan tanto y ayudarían a darle un poco de vida, a poner el pueblo más en hora, pero no puedo dejar fuera un proyecto que ojalá ya se hiciera realidad de una vez y que exige una mayor inversión y que no puede esperar más y es la creación de un auténtico Museo Etnográfico que, además de servir también de atractivo para el visitante, posibilitaría el que no acabaran en la basura tantos utensilios, objetos, documentos que hoy se almacenan en muchas casas pero que antes o después desaparecerán si no hay un local donde, tras su catalogación y clasificación, pasarían a ser expuestos como testimonio de la historia de este pueblo. Pueblos mucho más pequeños que el nuestro lo tienen y lo usan como reclamo turístico. Para hacer el nuestro, me atrevo a proponer un local que necesitaría una cierta rehabilitación pero que es amplio, está adaptado para minusválidos, tiene acceso por delante y por detrás, tiene luminosidad…y es la antigua Residencia Santa Teresa, que hoy está abandonada y sin uso ninguno. En esta misma y triste situación están también el antiguo laboratorio Hortel o los bajos de la plaza de Toros o la biblioteca de la ermita o la antigua guardería, locales a los que hay que aplicar recursos pero también imaginación para que salgan de su abandono y alcancen un uso público.

 

Lógicamente, junto a todo ello, habría que elaborar un plan de reactivación económica que intente que se diversifique la actividad empresarial y que intente que nuestros jóvenes no tengan que buscar trabajo fuera, pero ese ámbito más complejo queda fuera del alcance de este modesto artículo.

 

Lo cierto y verdad es que este pueblo tiene encanto (y así lo reconocen los que nos visitan), que tiene posibilidades como pocos, que sus habitantes estamos enraizados en él, que sentimos muy hondo sus costumbres y tradiciones, que somos abiertos y serviciales entre nosotros y con el que viene, que tenemos gente muy brillante más acá y más allá de la Garita que puede aportar mucho, que ha conseguido en el pasado conseguir metas que parecían inalcanzables (y ahí está el Motor Resurrección)… y todo ello no podemos tirarlo por la borda e irnos contagiando unos a otros de un estado de acomplejamiento y de desánimo que no va a conseguir que las agujas de nuestro reloj se muevan y nos pongamos en la hora del desarrollo, de la modernidad y de la ilusión y que volvamos a sentir el orgullo, el sano orgullo de ser de Abarán.

José S. Carrasco Molina

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