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ABARÁN, UN PUEBLO RIQUÍSIMO

José S. Carrasco / Redacción Jueves, 21 de Octubre de 2021 Tiempo de lectura:

José S. Carrasco Molina
 

 

He de aclarar, en primer lugar, que este artículo estaba pensado antes de saber el dato de que Abarán es el primer pueblo de la Región en renta media disponible por habitante, con 29.432  euros, lo cual es un dato muy positivo y más en estos tiempos de dificultades económicas. 


Pero no, no me refiero a la riqueza en dinero, ni en la  renta per cápita, ni en el PIB… ni en ningún dato económico; me refiero a la riqueza del patrimonio de este pueblo que, sin duda, es mucho mayor que la inmensa mayoría de los pueblos de esta Región.


No se trata de pensar que nuestro pueblo es el ombligo del mundo pero si empezamos hablando de nuestro patrimonio natural o paisajístico, ¿cuántos pueblos cuentan con un río con su espléndido valle, con su presa del Jarral, su Parque, sus norias, su central eléctrica y su motor de riego modelo en su tiempo, y con sus sierras del Oro y de la Pila con parajes de tanta belleza y encanto?  Muy pocos, por no decir casi ninguno. Y, si a ello añadimos la Ermita con su paseo, su balconada, su iglesia de los Patronos, el santuario de la sierra y el templo parroquial del siglo XVI-XVIII y su Teatro Cervantes y su laberíntico casco antiguo y su configuración urbanística peculiar y tantos otros rincones que hacen de Abarán un pueblo realmente singular y atractivo que estamos obligados a mimar pues solo si lo cuidamos con cariño lo podemos exportar como exportamos nuestras frutas al mundo entero.


Pero, si importante es este patrimonio material, tanto o más lo es nuestro patrimonio inmaterial, es decir, el constituido por sus ritos, costumbres o tradiciones. Y en esto también podemos afirmar, sin caer en un barato chovinismo o un orgullo estéril, que pocos pueblos nos superan. Nuestro patrimonio inmaterial es un conglomerado de manifestaciones de muy diverso tipo, algunas de las cuales son exclusivas o casi exclusivas de este rincón de Murcia y de una gran sencillez y encanto al mismo tiempo. 


Como en todos sitios, la religión es fuente de muchas de estas tradiciones y aquí comenzamos cada año con un fiesta entrañable como es el Día del Niño en el que una pequeña imagen da lugar a que todo un pueblo muestre su grandeza en una festividad prácticamente única, y, si pequeña es esta imagen, tampoco son demasiado grandes en tamaño las tallas de los dos Médicos que tenemos como patronos y que, junto a la Patrona, son el eje sobre el que giran las fiestas septembrinas. Y entre una festividad y otra, la Semana Santa y en ella, junto a los desfiles que aglutinan cientos de voluntades y esfuerzos, una procesión muy nuestra, muy antigua, la de Penitentes a las cuatro de la madrugada de cada Viernes Santo. 


Y si a estas tradiciones unimos las costumbres puramente civiles, como la de los muñecos de cuaresma (algo casi único en la Región y que hay que potenciar) o los gigantes y cabezudos (que nos han convertido en referencia nacional) o las carrozas últimamente resucitadas o la puesta de carteles, algo que no se hace en ningún otro pueblo, y algunas manifestaciones festivas más que son muy nuestras, se configura una patrimonio inmaterial valiosísimo con una cantidad de muestras que no es fácil encontrar en la mayoría de los pueblos. 

 

Esta es la realidad, no aumentada por pasión de abaranero, de nuestro patrimonio material e inmaterial, un patrimonio sin duda muy rico e importante que para sí quisieran otras localidades y que no siempre valoramos adecuadamente. 


Pero, si importante es tenerlo, tanto o más lo es mantenerlo, es decir, cuidarlo y mimarlo. Y ello exige un compromiso de todos y no solo de los poderes públicos y, aunque cueste trabajo y medios económicos, el patrimonio material es más fácil de mantener que el otro. Cuidar de nuestras norias o nuestro Jarral o nuestra Ermita (el corazón del pueblo) o nuestro Parque exige medios personales y económicos por parte del municipio y ello debe ser  empeño prioritario de  los que gobiernan.


Pero más complicado resulta el mantener el otro patrimonio, que es el que configura el alma de un pueblo pues, si nos quedamos sin él, Abarán se irá convirtiendo en un pueblo dormitorio aunque tengamos un paisaje envidiable. Y ello no se puede hacer solo desde arriba, sino que somos los ciudadanos los principales responsables de que este patrimonio no se pierda o se vaya diluyendo en el tiempo. Y estamos en un momento crítico después del paréntesis motivado por la pandemia, pues o resucitamos con fuerzas y ansias renovadas las tradiciones que hemos dejado en suspenso o irán agonizando y muriendo en poco tiempo.

 
Para evitar esa pérdida, que llevaría consigo el quedarnos casi sin identidad, primero debemos conocer y estar convencidos de la importancia de estas manifestaciones tradicionales y luego defenderlas para que ninguna persona o circunstancia pueda ir haciéndolas desaparecer, porque la identidad de un pueblo no puede depender de la voluntad del cura o alcalde de turno, pues estos pasan pero el pueblo queda. 


Es verdad que es el nuestro un pueblo muy arraigado en sus costumbres (lo cual no quiere decir que seamos unos antiguos) y eso es positivo, pero también es verdad que en ocasiones, al no ser amantes de enfrentamientos o batallas, somos un pueblo conformista que no combate, en términos pacíficos, claro está, para mantener lo suyo si está en peligro. 


Creo que, tras esta paréntesis de dos años de anormalidad, todos, poderes públicos, asociaciones, cofradías, hermandades... más pronto que tarde, deberíamos hacer un inventario de lo que configura nuestro patrimonio inmaterial y comprometernos a mantenerlo con decisión y energía porque sería muy triste que nuestros nietos o bisnietos no supieran los que es la emoción del beso al Niño o no vivieran la alegría tras los carteles de toros o no se aturdieran al ver las figuras gigantescas y cabezonas o no tuvieran que limpiar sus ropas de papelillos multicolores o no experimentaran la solemnidad de la procesión de unos Médicos en su trono cada 26 de septiembre y tantos otros sentimientos y vivencias que salpican el año abaranero y le dan ese encanto que es el que nos debe hacer sentirnos orgullosos de haber visto la primera luz en este rincón de un sugerente y maravilloso Valle.

 

José S. Carrasco Molina (Cronista Oficial de la Villa)

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